domingo, 31 de enero de 2010

Nota: Esta fotografía fue tomada por el fotógrafo canadiense Gregory Colbert. El Copyright de las imágenes pertenece a Flying Elephants Foundation - © www.flyingelephants.org

ELOGIO DE TU CUERPO

Alaide Floppa

Tus ojos

Mínimos lagos tranquilos

donde tiembla la chispa

de tus pupilas

y cabe todo

el esplendor del día.

Límpidos espejos

que enciende la alegría

de los colores.

Ventanas abiertas

ante el lento paisaje

del tiempo.

Lagos de lágrimas nutridos

y de remotos naufragios.

Nocturnos lagos dormidos

habitados por los sueños,

aún fulgurantes

bajo los párpados cerrados.

Tus cejas

Las breves alas

tendidas sobre tus párpados

sólo abrigan

el espacio escaso

en el que flota

una interrogación latente,

al que asoma

un permanente asombro.

Tu nariz

Casi un apéndice

en la serena geometría

de tu rostro,

única recta

en la gama de curvas suaves,

el sutil instrumento

que te une al aire.

Cándidos olores

acres aromas

densas fragancias

de flores y de especias

- desde el anís hasta el jazmín -

aspira trepidante

tu nariz.

Tu boca

Entre labio y labio

cuánta dulzura guarda

tu boca abierta al beso,

estuche en que los dientes

muerden vívidos frutos,

cuenca que se llena

de jugos intensos

de ágiles vinos

de agua fresca,

donde la lengua

leve serpiente de delicias

blandamente ondula,

y se anida el milagro

de la palabra.

Tus orejas

Como dos hojas

de un árbol ajeno

nacen a los lados

de tu cabeza.

Por el tallo escondido

se desliza

la opulencia

de los sonidos,

te alcanzan

las vivas voces

que te llaman.

Tu pelo

Dulce enredadera serpentina,

única vegetación

en la tierra tierna de tu cuerpo,

hierba fina

que sigue creciendo

sensible a la primavera,

ala de sombra

contra tu sien,

leve abrigo sobre la nuca.

Para tu nostalgia de ave

tu penacho de plumas.

Tus manos

Las manos

débiles, inciertas,

parecen

vanos objetos

para el brillo de los anillos,

sólo las llena

lo perdido,

se tienden al árbol

que no alcanzan,

pero te dan el agua

de la mañana,

y hasta el rosado

retoño de tus uñas

llega el latido.

Tus pies

Ya que no tienes alas,

te bastan

tus pies que danzan

y que no acaban

de recorrer el mundo.

Por praderas en flor

corrió tu pie ligero,

dejó su huella

en la húmeda arena,

buscó perdidos senderos,

holló las duras aceras

de las ciudades

y sube por escaleras

que no sabe a dónde llegan.

Tus senos

Son dos plácidas colinas

que apenas mece tu aliento,

son dos frutos delicados

de pálidas venaduras,

son dos copas llenas

próvidas y nutricias

en la plena estación

y siguen alimentando

dos flores en botón.

Tu cintura

Es el puente cimbreante

que reúne

dos mitades diferentes,

es el tallo flexible

que mantiene

el torso erguido,

inclina tu pecho

rendido

y gobierna el muelle

oscilar de la cadera.

Agradecida

adornas tu cintura

con un lazo de seda.

Tu sexo

Oculta rosa palpitante

en el oscuro surco,

pozo de estremecida alegría

que incendia en un instante

el turbio curso de tu vida,

secreto siempre inviolado,

fecunda herida.

Tu piel

Es tan frágil la trama

que la rasga una espina,

tan vulnerable

que la quema el sol,

tan susceptible

que la eriza el frío.

Pero también percibe

tu piel delgada

la dulce gama

de las caricias,

y tu cuerpo sin ella

sería una llaga desnuda.

Tus huesos

Alabas

el tibio ropaje

la apariencia

el fugitivo semblante.

Y casi olvidas

la obediente armazón

que te sostiene,

el maniquí ingenioso,

el ágil esqueleto

que te lleva.

Tu corazón

Digo que es del tamaño

de tu puño cerrado.

Pequeño, entonces,

pero basta

para poner en marcha

todo tu ser.

Es un obrero

que trabaja bien,

aunque anhele el descanso,

y es un prisionero

que espera vagamente

escaparse.

Tus venas

La floración azulada

de tus venas

dibuja laberintos

misteriosos

bajo la cera de tu piel.

Tenue hidrografía

apenas aparente,

ágiles cauces que conducen

deseos y venenos

y entrañable alimento.

Tu sangre

Secreto corre el torrente

de tu sangre rápida.

Inmenso es el río

que en subterráneos meandros

madura

y nutre el ámbito

de tu vida profunda.

La cálida corriente

que te inunda

en la flor de la herida

se derrama.

Tu sueño

En tan blando nido

tu corazón descansa,

ni lo asombran

los perdidos fantasmas

que se asoman.

Pasa por tu sueño

la ola calma

de tu respiro.

En tanto olvidas

el tiempo de mañana

se prepara,

mientras estás viviendo

efímera muerte.

Tu aliento

No sé de dónde viene

el viento que te lleva,

el suspiro que te consuela,

el aire que acompasadamente

mueve tu pecho

y alienta

tu invisible vuelo.

Tú eres apenas

la planta que se estremece

por la brisa,

el sumiso instrumento,

la grácil flauta

que resuena

por un soplo de viento.

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